La sexualidad como territorio emancipatorio: sujetas colectivas, protagonistas de nuestras vidas.

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Ponencia para el conversatorio de La Cuerda sobre las sexualidades desde diversas perspectivas

Según las preguntas de este conversatorio, Virginia -más conocida por Vicky- respondió desde la propuesta de Actoras de Cambio. Te invitamos a leer y sentir desde otro lugar para reflexionar desde nuestros cuerpos.

¿Lo sexual es político?

Creo que la pregunta no es si lo sexual es político o no, sino ¿qué dimensiones de lo político ocupa la sexualidad? Todo esto depende de la zona de sentido que acordemos qué es lo sexual; si lo vemos como un segmento de nuestra vida que se limita a las relaciones sexo genitales con otros y otras, procreación y placer, eso que llamamos nuestra sexualidad está subordinada y en dependencia de lo masculino, esto influye en la vivencia del placer, la experiencia corporal, lo que entendemos por amor y hacia dónde se orientan nuestros deseos. De allí la presión que sentimos por tener o permanecer en pareja y la energía que esto consume en nuestras vidas.

Es importante problematizar el concepto de sexualidad para retejer, reconfigurar esto que llamamos “nuestra sexualidad”, para que realmente sea una experiencia y vivencia nuestra.  Desde esta dimensión limitada y subordinada de la sexualidad, las reivindicaciones que podemos hacer se refieren a cuándo iniciar relaciones sexo genitales con otros y otras, cómo hacerlo de manera segura para conservar nuestra salud, y nuestras decisiones sobre la maternidad, con relación a vivirla o no.  Esto, aunque es una dimensión, es profundamente político; el que permanezcamos en subordinación dedicando todo nuestro tiempo y energía a los cuidados, olvidándonos de nosotras mismas y nuestros cuerpos, es uno de los pilares que sostiene el sistema capitalista, neoliberal, patriarcal y racista. 

El que no podamos decidir sobre nuestra maternidad asegura mano de obra barata para ser explotada por los dueños de los grandes capitales, esto frente a los contextos de empobrecimiento por el despojo global y el extractivismo, lo que a su vez garantiza que las grandes migraciones a países de primer mundo sostengan la lógica y ritmos de consumo, (incluidos el consumo de la explotación sexual) en estos lugares, se incremente la natalidad (que está disminuyendo) y se puedan seguir pagando las pensiones.    Los cuerpos de las mujeres y sobre todo los cuerpos de las mujeres racializadas se vuelven de interés de los grandes capitales, nuestra cosificación social y nuestra alienación con relación a nuestros cuerpos, se vuelve un interés político.

Sin embargo, las reivindicaciones desde este lugar corren el riesgo de no ser lo suficientemente transformadoras como para liberarnos del lugar de subordinación que nos han designado y dejarnos en el reclamo y demanda permanentes en función de lo masculino (masculino, hegemónico, dominante).

Pero si ampliamos nuestras zonas de sentido a partir de concepciones de la sexualidad más integrales diciendo que la sexualidad es:  la dimensión que nos ayuda a conectarnos con el planeta y el cosmos, a través de las emociones de placer, afecto y disfrute; las sensaciones corporales y sus ciclos; nuestros pensamientos que nos explican a quienes amamos y lo que nos apasiona en la vida; así como nuestra energía que fluye en libertad.  Una vivencia que integra cuerpo, energía, espiritualidad, emociones, pensamientos y que nos acompaña desde que nacemos; la sexualidad se vuelve el espacio de potencia desde donde se gestan las grandes transformaciones y liberaciones personales, así como las colectivas; las transformaciones culturales.

Nada es más transformador que  volver a nosotras, descubrir que la sexualidad es el territorio inexplorado, con contenidos propios que es importante desenterrar de nuestra historia ancestral y experiencia personal, para reconocerlos y nombrarlos;  siendo la gran misión el crear nuevos contenidos, aquellos que materialicen la capacidad de la sexualidad para conectarnos con la vida, desligándonos de todo aquello que no es nuestros y que ha sido nombrado por otros, porque ha significado nuestra subordinación. 

Esto requiere que nuestros cuerpos dispongan de espacios para experimentar estas potencialidades; sanar en colectivo en espacios seguros para nosotras, donde podamos retejer nuestra espiritualidad, emocionalidad, vivencia corporal, memoria, desde otros referentes despierta las posibilidades.  Hoy puede ser una gran oportunidad para reconocer el vacío, que según el Tao es la sustancia de todo lo que existe, y que se caracteriza como una gran matriz que, por estar permanentemente vacía, está permanentemente creativa, manteniendo así el flujo de la vida. La creatividad del flujo de la vida se vuelve entonces lo que nos moviliza; posicionándonos organizativamente desde allí, nuestras acciones tienen más color, más propuesta, más armonía, nos convocan a la vida y a cuidar, honrar y respetar a toda la red universal que la garantiza.

¿Qué queremos para nuestros cuerpos?

Retornar a ellos con la consciencia integral de todas las dimensiones que le habitan, nuestros cuerpos no son solo cuerpos, son el territorio donde se manifiestan y se hacen concretas nuestra emocionalidad, racionalidad, espiritualidad, y elementos vitales que nos conectan con la energía y sabiduría creadora universal. 

El poder habitar todas estas dimensiones nos mantiene en una cotidianidad en la que constantemente decidimos en función de la vida y el equilibrio, esto nos permite vivir en una actitud de apertura, expectación y de aprendizaje, atentas a las maneras en las que nuestros cuerpos nos comunican sobre lo que es, para verlo, aceptarlo y honrarlo, transformándolo así en equilibrio, siendo el disfrute la principal fuente de creación.  Esta relación con nuestros cuerpos nos permitirá respetar y honrar a los otros cuerpos y construir espacios organizativos y mundos donde lo que se coloca al centro es el cuidado de la vida desde nuestros significados, sentidos, validando nuestras experiencias corporales.

¿Qué tipo de familia o comunidad deseamos?

La experiencia que hemos tenido es que en los espacios familiares, organizativos y afectivos podemos ser de manera fragmentada, es decir, las mujeres, al relacionarnos nos hacen partir de la premisa de que no podemos ser nosotras mismas de manera honesta, clara y evidente, estamos entre luz y sombras.  El lugar donde estamos determinará cuál será nuestra luz y cuál nuestra sombra; qué vamos a mostrar y qué vamos a silenciar.  Además, hemos experimentado la sensación de vivir en un sistema social acelerado de soledad organizada.  

Necesitamos condiciones que nos permitan actuar en colaboración para crear comunidades que apoyen nuestras habilidades y alimenten nuestras interdependencias. (El Manifiesto de los Cuidados, 2020:61).  La actitud que nombramos anteriormente, de apertura, expectación y de aprendizaje a partir de la conexión con nuestros cuerpos como fuentes de sabiduría y conexión con el todo para poder ver lo que es, nos permitirá tejer espacios en donde podremos ver el racismo, el clasismo, la misoginia, y la homofobia, para aceptar y así transformar.  Pero esta actitud puede surgir, únicamente en espacios donde hablemos de nuestros sueños vitales y lleguemos a consensos sobre ellos, nos otorguemos reconocimiento y nos autoricemos mutuamente, donde construyamos nuestros propios contenidos simbólicos, y nuestros propios rituales de validación e integración.  De esta manera tejeremos tribus, comunidades, redes que reflejen la sincronía de la vida; allí seremos libres y a la vez interdependientes.

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