El canal vaginal está recubierto por el epitelio, una capa conformada por células planas, llamadas células escamosas, debajo de esta capa hay tejido conectivo, muscular, vasos linfáticos y nervios. Las paredes vaginales tienen muchos pliegues que le dan elasticidad, ayudan a que la vagina se abra y se expanda cuando hay excitación, durante la relación sexual o para abrir paso durante el nacimiento de un bebé. Cuando sus paredes se llenan de sangre, desprende flujos lubricantes que al hacerlo actúan como un sistema natural de protección contra hongos y bacterias.
El ochenta por ciento de las células inmunitarias del cuerpo están en las superficies mucosas, como la vagina, la uretra, el cuello del útero y la vejiga. El cortisol, la hormona del estrés influye sobre estas células, por eso cuando se experimentan situaciones repetitivas que producen estrés, como cuando es difícil poner límites, el cuerpo genera una constante cascada de esta hormona, lo que puede deteriorar el funcionamiento apropiado de estas zonas del cuerpo.
Cuando una mujer siente que no puede negarse a acceder a tener una relación sexo-genital, y las relaciones coitales se experimentan como una obligación, el cuerpo no genera lubricación, lo que crea condiciones para la irritación, la inflamación vaginal y uretral. Estas situaciones afectan al sistema inmunitario, por lo que puede generar que el malestar se vuelva crónico.
Cualquier percepción de invasión en la propia vida emocional puede tener por consecuencia una mayor permeabilidad de los límites del sistema inmunitario, tanto en las zonas superficiales como en las internas del cuerpo.
Estrés crónico y ciertas actitudes concretas acerca de la sexualidad cambian la irrigación sanguínea del tejido del cuello uterino e influyen en sus secreciones. Esto sugiere una relación entre el estrés y el consiguiente desarrollo de la enfermedad en esa zona del cuerpo. La inmunosupresión debida a estrés emocional crónico o de otro tipo puede llevar a cambios en la inmunidad que permiten una mayor producción de virus. (Northrup, 1999, p. 313).
Se pueden presentar manifestaciones físicas como herpes, verrugas, dolor vulvar crónico, infecciones vaginales, citologías anormales y cáncer de cuello del útero.
El efecto del trauma en el cuerpos físico, mental y emocional está determinado principalmente por la forma en que cada persona interpreta un acontecimiento. Por ello se recomienda registrar e identificar los distintos aspectos de las situaciones que producen estrés, para interrumpir patrones de pensamiento y comportamiento establecidos, es importante hacer un plan que nos permita estructurar cambios en estas dimensiones de la vida. Para reforzar el sistema inmune se recomienda sonreír, acción que genera endorfinas, las hormonas del bienestar. Con la meditación activa de la sonrisa interna, una de las prácticas del amor sanador que proponen los taoístas Mantak Chía y Rachel Charlton se puede llevar ese bienestar a distintas partes del cuerpo.
LA SONRISA INTERNA
- Siéntate cómodamente en postura de meditación, con los pies en el suelo y la espalda recta. Relájate y toma una respiración profunda.
- Cierra los ojos y lleva la atención a las plantas de los pies y su conexión con la tierra. Siéntete sostenida y energizada por la energía de la tierra que atraviesa tus pies, sube por tus piernas y se dirige hacia tu abdomen.
- Visualiza un rostro sonriente como a un metro por delante de ti. Sonríe y siente esta energía amorosa que te entra por el tercer ojo.
- Sonríe delicadamente a tu ombligo y siente que la energía sonriente desciende por la parte frontal de tu cuerpo hacia tu centro abdominal, situado a unos cuatro centímetros por detrás del ombligo. Mantener la mano a la altura del ombligo con la palma abierta, como si fuera una taza recibiendo una cascada de energía de tu rostro sonriente, puede ayudarte a bajar la energía.
- Tócate el corazón con las puntas de los dedos y sonríele, sintiendo que la energía amorosa lo aligera. Puedes imaginar que tu corazón se abre como una rosa, floreciendo de amor. Siente que brilla e irradia, extendiendo su energía amorosa por todo el cuerpo.
- Vuelve a llevar esta energía amorosa al ombligo, sintiendo que fluye a él desde el corazón.
- Tócate el vientre y la pelvis con las manos, y sonríe a tus órganos sexuales. Siente tu útero, ovarios y clítoris cálidos e irradiantes dentro del vientre. Siente amor y aprecio por tus órganos sexuales.
- Lleva la energía amorosa de tus órganos sexuales al centro del ombligo. Haz girar la energía de los órganos sexuales mezclándola con la energía del corazón; empieza en el centro del ombligo y dibuja la espiral, primero hacia fuera y después hacia dentro. Si lo deseas, frótate el abdomen con la mano mientras mueves la energía para favorecer su absorción. (Chia y Rachel Carlton, 2003, p. 83).
Bibliografía
Chia, Mantak y Carlton Abrams, Rachel. (2003). La mujer multi-orgásmica. Cómo descubrir la plenitud de tu deseo, de tu placer y tu vitalidad. Madrid: Neo Person Ediciones.
Northrup, Christiane. (1999). Cuerpo de mujer, sabiduría de mujer. Una guía para la salud física y emocional. Barcelona: Urano, S.A.